11.9 C
Santa Fe
miércoles, agosto 27, 2025

Escribir sin pensar: cuando la IA se impone

Noticias Relacionadas

La revista Nature encuestó recientemente a más de cinco mil investigadores para consultar en qué casos es adecuado emplear la IA para escribir un artículo. No hubo consenso. Las opiniones están divididas en la comunidad científica y, si bien hay señales de entusiasmo, también de reticencia.

Dentro de un ancho abanico, hay quienes presagian que utilizar modelos de IA será una rutina tan común como googlear y quienes se muestran cautelosos al recomendar que siempre debe mediar una reflexión ética. Además, es común ensayar una distinción sobre el tipo de asistencia requerida: mientras que actividades como la edición o la traducción de textos reciben una convalidación casi universal, la redacción de un abstract (resumen) es vista como una cuestión problemática.

Lo cierto es que la IA generativa ha salido al cruce con un léxico propio, que ha comenzado a expandirse de manera indiscriminada. Adjetivos como “crucial”, “profundo” o “significativo”, adverbios como “finalmente” y sustantivos como “enfoque”, son ejemplos de uso constante. Pero no solo se instalan palabras, sino también estructuras sintácticas que se repiten una y otra vez.

Es evidente que la IA realiza el milagro de que quienes no saben redactar puedan hacerlo. Se ha democratizado el acceso a la producción textual, pero ¿a qué costo? Esa facilidad siembra un interrogante: ¿qué perdemos cuando todo parece escribirse solo? Los textos se perciben planos, muchas veces, carentes de sustancia. Y, lo que es más preocupante, de sentido. Es claro que, si la iteración no tiene algún grado de experticia, el resultado puede ser una cáscara.

Para el filósofo español Daniel Innerarity, la IA representa un artefacto por entero novedoso, distinto de todo lo anterior, diseñado para trascender el concepto de mero instrumento. El autor, que considera que las tecnologías condicionan, pero no determinan, afirma que su eficacia dependerá de poder hacer a un lado la inquietud y el vértigo que genera su permanente evolución, para otorgarles márgenes amplios de acción.

Ahora bien, llegados hasta acá, se impone dar un paso atrás en el análisis, para partir de la crisis de la enseñanza y el aprendizaje del oficio de la escritura. Si no logramos que, en los diferentes niveles educativos, el estudiantado desarrolle competencias de redacción en diversos registros, la IA será un atajo seguro. Si en los centros educativos se recomienda que se corrijan trabajos académicos con editores de estilo, ¿no nos estaremos rindiendo frente la enorme tarea de enseñar a leer y escribir, objetivo que debería ser central con vistas a favorecer el desarrollo del tan ansiado pensamiento crítico?

Si la IA eleva el piso, el riesgo es que también lime las cimas: que achatemos la escritura hasta volverla irrelevante. Y que todo se reduzca a una estandarización aséptica, políticamente correcta y condenada a la proforma. Lo estamos viendo a diario en medios de comunicación que publican contenidos enteramente producidos por IA.

Como simples mortales, nos queda la resistencia. Ese llamado penetrante a rebelarnos para seguir produciendo textos que no estén cortados por una sola tijera. Aunque, lejos de rechazarla, proponemos indagar en la escritura mixturada para conocer su potencial evolutivo, vencer la inercia y provocar una integración humano-mediática plena. En todos los casos, esto nos impulsa a sublevarnos contra ciertas prácticas hoy extendidas y dar aire a la llama de un ensamblaje con estilo propio.

Porque, si la hoja en blanco ya no es un problema, puede sí serlo esa sobreabundancia de textos dilatados, de fórmulas remanidas, de metódicas viñetas y alucinaciones solapadas. Outputs de un sistema en el que la creatividad y la originalidad están cediendo terreno a las lógicas de la comodidad y de la eficiencia. De nosotros dependen los usos y los abusos, así como la decisión de preservar la voz humana.

Docentes e investigadoras de la Universidad Austral

Últimas Publicaciones