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martes, abril 29, 2025

MILEI ANTE EL PARO DE LA CGT: UNA DEBILIDAD QUE PONE EN RIESGO LA PERTENENCIA DE LA UTA A LA CENTRAL OBRERA

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(Pablo Roma, Gremiales) -El Gobierno de Javier Milei atraviesa horas clave frente al paro general convocado por la CGT para este jueves 10 de abril, precedido por una movilización al Congreso el miércoles. Lejos de mostrar autoridad, la administración libertaria exhibe una alarmante falta de control político. El intento por desactivar la medida de fuerza mediante presiones a la Unión Tranviarios Automotor (UTA) revela un cuadro de debilidad institucional que ya no puede disimularse, mientras en Azopardo no descartan medidas drásticas: la posible expulsión del gremio colectivero si persiste en desoír la convocatoria.

En Balcarce 50 se vive un clima de creciente preocupación. El paro, aunque no es el primero del año, llega en un momento especialmente delicado para el Ejecutivo: derrotas legislativas, el escándalo por la estafa cripto de $LIBRA, una política exterior errática y un malestar social que crece al compás de la recesión. A diferencia de otras protestas, esta movilización no es producto exclusivo del poder sindical tradicional, sino la expresión de una sociedad cansada que encuentra en la calle un canal de desahogo.

La CGT, que durante meses se movió con extrema cautela, ahora se ve empujada por la presión de sus bases y del clima general. Pero la fractura en la UTA amenaza con generar una crisis interna en la central obrera. La maniobra oficial de dictar la conciliación obligatoria en el conflicto salarial de los colectiveros, justo en la antesala del paro, fue interpretada como un intento de inutilizar el transporte como factor de presión. Sin embargo, el tiro podría salir por la culata.

“El paro fue votado por unanimidad”, recordó este lunes el secretario general de la CGT, Héctor Daer, al cuestionar la indefinición del gremio de los choferes. Y dejó una advertencia: “Una conciliación sectorial no impide la adhesión a un paro general”. En el corazón de la central, el enojo con la conducción de Roberto Fernández crece a paso firme. “El reglamento contempla la expulsión de un gremio. Nunca se usó. Pero siempre hay una primera vez”, deslizó una voz de peso en Azopardo, dejando entrever que el conflicto con la UTA podría escalar más allá del 10 de abril.

La resistencia interna a Fernández se intensifica, sobre todo en las seccionales del interior, que ya anticiparon su posible adhesión al paro, incluso desafiando la conciliación. En el AMBA también se respira tensión. Fernández enfrenta críticas por su proximidad al Gobierno, mientras la conducción de la CGT lo mira con desconfianza.

El oficialismo, por su parte, oscila entre la descalificación pública y los contactos reservados. Funcionarios como Guillermo Francos y Julio Cordero intentaron tender puentes en la última semana, pero sin éxito. La CGT respondió con más firmeza que concesiones: hay diálogo, pero no hay negociación.

El Gobierno insiste en que el paro es político y acusa a los gremios de representar “la casta”. Pero el frente de descontento que se activa esta semana no se limita a los sindicatos tradicionales. CTA, movimientos sociales, jubilados, partidos de izquierda y trabajadores públicos y privados convergerán en una jornada que no será de paralización total, pero sí de alto impacto simbólico y territorial.

El riesgo para Milei no radica en la potencia del paro, sino en lo que revela: un creciente aislamiento del oficialismo, un deterioro de la autoridad presidencial y una falta de control sobre el humor social. En este contexto, la amenaza de ruptura entre la CGT y la UTA no solo expone la fragilidad del esquema gremial, sino también la profundidad de la crisis de liderazgo del Gobierno.

Mientras tanto, en la central obrera se evita hablar de continuidad o escalada, pero se admite que el escenario cambió. Dirigentes que meses atrás desalentaban cualquier protesta, hoy se suman a la marcha del miércoles y a la jornada de huelga, conscientes de que el descontento ya no admite pausa.

En definitiva, más allá de los resultados inmediatos, el paro del 10 de abril es un mensaje claro: cada vez que la calle se llena, algo se vacía en el poder. Y cuando ese vacío no se gestiona, termina explotando.

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