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martes, enero 14, 2025

El impacto de los pensamientos negativos y las distorsiones cognitivas en la depresión

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Las distorsiones cognitivas crean esquemas que moldean cómo interpretamos nuestras experiencias más cotidianas (Imagen Ilustrativa Infobae)

La depresión es una condición de salud mental que afecta a millones de personas en todo el mundo. Los factores biológicos y ambientales son ampliamente reconocidos y aceptados, pero al impacto de las ideas o cogniciones negativas se les concede menor importancia en la génesis de la estructura depresiva.

Es habitual entender que una persona que ya padece una depresión tendrá dentro de su constelación clínico-sintomática, pensamientos negativos, inclusive ideas de perjuicio y hasta autodestructivas, sin embargo, la importancia de las mismas en el origen y en el mantenimiento del cuadro son menos exploradas y ponderadas.

Esto es de particular importancia en un área que es la frontera en el avance del abordaje de la depresión y es el de la prevención. A pesar de contar hoy con una variedad de tratamientos efectivos para la depresión, el eje es anticipar el cuadro clínico y evaluar sistemas que permitan alcanzar lo que es la clave de la medicina actual y es la prevención.

Esto es de particular importancia en salud mental, donde el concepto actual no es ya tratar patologías, sino mantener un estado de bienestar, y en este concepto una patología como la depresión que afecta de manera directa o indirecta, evidente o aun larvada, a tantos millones de personas en el mundo, es de capital importancia.

Los pensamientos rumiativos repiten patrones emocionales negativos, alimentando sus efectos en el cerebro (Imagen Ilustrativa Infobae)

Al mismo tiempo, comprender la manera en que los patrones de pensamiento negativos, y en particular los constructos o esquemas cognitivos moldean la percepción de uno mismo y del mundo, es fundamental para abordar una patología tan compleja y que atraviesa al individuo en toda su existencia, sea social, física, o mental.

En la década del 7O terapeutas de otras proveniencias teóricas, como el conductismo, las terapias sistémicas y el psicoanálisis comenzaron el movimiento, ya que engloba un gran diversidad de abordajes y enfoques, cognitivo.

A pesar de que se habla habitualmente de terapias cognitivo comportamentales, a la manera de una escuela de pensamiento, en realidad la misma es un gran paraguas conceptual, dentro del cual encontramos investigaciones en las más diversas áreas, pero donde el marco conceptual en lo que a las terapias se refiere y en particular sobre la depresión, es el rol de los pensamientos y su articulación con las emociones y los comportamientos consecuentes.

La rigidez cognitiva y la entropía en el pensamiento afectan la capacidad adaptativa y de afrontamiento (Imagen Ilustrativa Infobae)

Así, en esos años los precursores como Aaron Beck y Albert Ellis, retomaron ideas ya existentes en el campo de la psicología y la psiquiatría respecto al rol de los pensamientos en la percepción de la realidad y los comportamientos consecuentes y básicamente postularon, en especial Aaron Beck (1920-2021), un psicoanalista de nota en Estados Unidos, que los patrones de pensamiento negativos, o “distorsiones cognitivas”, están en el centro de los trastornos depresivos. Estas distorsiones a menudo se manifiestan como pensamientos automáticos negativos sobre uno mismo, el mundo y el futuro, dando la llamada comúnmente “tríada cognitiva negativa”.

Por otro lado, Albert Ellis (1913-2007) formuló lo que dio en llamar “Terapia Racional Emotiva Conductual (TREC)”, en la que el eje es que las creencias negativas tienen un patrón conceptual irracional, que se autoconfirma y así profundiza esas mismas ideas irracionales y contribuyen al malestar emocional.

A modo de ejemplo, Ellis postuló que las personas desarrollan depresión cuando mantienen creencias rígidas y absolutistas como, por ejemplo, “Debo tener éxito en todo lo que hago, de lo contrario, no valgo nada”, o “debo tener razón, siempre, si no seré destratado, desconsiderado” etc. Inevitablemente, esas creencias rígidas, absolutas, en todo o nada, conducen a interpretaciones catastróficas en las cuales la idea del fracaso es algo de lo cual se huye desesperadamente y amplifican los sentimientos de insuficiencia y desesperanza.

La terapia cognitivo-conductual permite identificar y modificar patrones que afectan la salud mental (Imagen Ilustrativa Infobae)

Las cogniciones negativas actúan a través de varios mecanismos que inician, mantienen e incrementan la depresión. Los más frecuentemente encontrados son:

  • Distorsiones cognitivas: Como lo dice su nombre, es una interpretación errónea de la percepción que genera una idea disfuncional. Si bien hay cientos, algunos refieren miles y con nombre diversos, hay patrones más frecuentemente hallados como la catastrofización, la sobregeneralización y el pensamiento en blanco y negro, o todo o nada.

Por ejemplo, una persona podría interpretar la valoración dada por otro, como un reflejo, justificado, de su propia incompetencia, reforzando así un concepto negativo de sí mismo, cuando muy frecuentemente puede estar ligado hasta a situaciones inversas como estar por encima (y no en menos) de lo requerido. Las distorsiones implican de por si un fenómeno de “ceguera cognitiva”.

  • Pensamiento rumiativo: Un patrón constante y, de alguna manera, una especie de tortura es la persistencia de pensamientos repetitivos e intrusivos sobre episodios reales o percibidos como tales de fracasos, o también seudorazonamientos sobre interpretaciones disvaliosas sobre uno mismo, que ya se han tomado como reales. Así la rumiación confirma, solo por la repetición, la validez de la distorsión cognitiva y es una profecía autocumplida ya que, efectivamente, en ese estado nuestra capacidad cognitiva es de nivel inferior, con lo cual se confirma la distorsión disvaliosa.
Distorsiones como la catastrofización y el pensamiento en extremos alimentan un ciclo que distorsiona la percepción personal, contribuyendo al desarrollo de cuadros depresivos (Imagen ilustrativa Infobae)
  • Estilos atribucionales: Se trata de las explicaciones o razones (atribuciones) que damos a los hechos que ocurren. Esto fue explorado en particular por Martin Seligman y sus experimentos de indefensión aprendida. Aquellos que han desarrollado una depresión o generan el terreno para ello, tienden a atribuir los eventos negativos de su vida a causas propias internas, pero con una característica, no solo son inherentes a su persona, sino que son (y serán) estables, permanentes y globales, es decir afectan a todas las áreas. Así, por ejemplo, una situación vivida como un fracaso se relaciona de manera directa con la idea de incompetencia y esto no solo es una característica de su ser, sino que es permanente, inevitable y se reflejará en la mayoría de sus áreas vitales. Obviamente, esto impide estrategias o pensamientos eficientes, genera desesperanza y desde ya perpetúa e incrementa el cuadro.

Las cogniciones negativas pueden conceptualizarse como un estilo cognitivo de nivel inferior caracterizado por patrones de pensamiento rígidos, simplistas y excesivamente críticos. Este estilo carece de la flexibilidad y la profundidad necesarias para la resolución adaptativa a temas de la vida diaria que son vividos indefectiblemente como problemas. Esto impide estrategias creativas que implicarían cogniciones de un nivel superior. Esto es evidente cuando se hace escribir a una persona sus pensamientos que los mismos suelen ser muy acotados y limitados.

La prevención desde etapas educativas es central para combatir la depresión en próximas generaciones (Imagen ilustrativa Infobae)

Por otro lado, el pensamiento de nivel cognitivo superior, posee otra profundidad y riqueza, y permite alternativas creativas. Los estilos cognitivos de nivel inferior, incluida la cognición negativa, tienden a priorizar el modelo reactivo (por oposición al creativo o generativo) con evaluaciones rápidas, inmediatas y muy cargadas emocionalmente, caracterizadas por un análisis excesivo y repetitivo. Ese modelo de pensamiento que requiere menor energía mental, sin embargo, es agobiante por la repetición del mismo. Es decir, es de menor valor conceptual, pero en la repetición incesante, agota, y eso contribuye al estado melancólico.

Hay un concepto originalmente de la física y es el de entropía, que es la tendencia natural de los sistemas a pasar de un estado ordenado a uno caótico. La mente, que a veces olvidamos es de una base física, también se rige por estas leyes universales.

La rigidez cognitiva se alinea con el concepto de entropía mental, que implica un estado de desorganización y consecuentemente ineficiencia cognitiva. Al disminuir la capacidad de desarrollar otras opciones, el pensamiento se va volviendo más simple, más ligado a un estilo de supervivencia.

Los circuitos neuronales asociados al malestar pueden ser alterados mediante entrenamiento mental positivo (Imagen ilustrativa Infobae)

En el pensamiento negativo se instala un estado mental caótico donde la energía se consume en patrones de pensamiento desadaptativos y, consecuentemente, la energía mental para una función básica como la atención y la concentración, está fuertemente disminuida, de allí las dificultades atencionales y de rendimiento. Este estado entrópico disminuye la capacidad del cerebro para procesar nueva información, resolver conflictos y adaptarse a circunstancias cambiantes, sosteniendo y perpetuando aún más el ciclo de la depresión.

El adagio “somos lo que pensamos” que encontramos desde los socráticos a los estoicos o en el budismo, o más recientemente en el cognitivismo subraya el convencimiento desde hace siglos de la profunda influencia de la cognición en la percepción y el comportamiento. Estos pensamientos, o más ampliamente constructos cognitivos (cognitive schemas), son el molde sobre y a partir del cual, moldeamos nuestras interpretaciones sobre el entorno y, por ende, dan por resultado nuestros comportamientos, con la secuela en el bienestar emocional.

Por otro lado, la investigación en neurociencias ha demostrado que los patrones de pensamiento repetitivos pueden alterar las vías neuronales, el famoso “cableado”. Las cogniciones negativas fortalecen los circuitos neuronales asociados con el malestar, haciendo que estos patrones sean más automáticos con el tiempo. Aquí también la repetición de esquemas cognitivos de bajo nivel, induce a un modelo de pensamiento muy recortado del contexto, carente de alternativas y básicamente reactivo.

Las cogniciones negativas actúan a través de varios mecanismos que inician, mantienen e incrementan la depresión (Imagen Ilustrativa Infobae)

En base a las cogniciones negativas existen diversos sistemas terapéuticos derivados y de amplia eficacia:

  • Terapia Cognitivo-Conductual (TCC): que busca identificar y reestructurar patrones de pensamiento desadaptativos y ver su relación con las conductas. Al identificar las distorsiones y sesgos cognitivos, permite romper el ciclo de refuerzo de la negatividad.
  • Terapia Cognitiva Basada en la Plena Conciencia (TCBP): Combina los elementos de la TCC clásica con técnicas de atención plena para reducir la rumiación y mejorar la conciencia del momento presente. Una modalidad que es la terapia de aceptación y compromiso sigue la misma línea.
  • Intervenciones de psicología positiva: Los estudios y protocolos precursores de Martin Seligman ligados al pensamiento positivo y la felicidad se enfocan en la aceptación, la gratitud, y generar alternativas proactivas y resilientes en lugar de las estructuras negativas. Existen diversos ejercicios, como el escribir un diario, el agradecimiento, la generación de alternativas que son de suma utilidad.
La clave de la prevención de la depresión también incluye cambios vitales como la alimentación saludable, el ejercicio, el control del estrés, etc. (Imagen ilustrativa Infobae)

La depresión, llamada enfermedad del siglo, representa algo que afecta a millones de personas. La tarea desde hace años consiste no en diagnosticar un cuadro recortado de su contexto y haciendo eje en los factores emocionales, sino en trabajar sobre los aspectos cognitivos que se encuentran mucho antes que se desarrolle el cuadro clínico.

En ese marco, el trabajo en prevención es central y sumamente eficaz y es por ello hay quienes proponen el aprendizaje del mismo en etapas educativas escolares tempranas. De la misma manera que se aprende el miedo, el sobrepensamiento (overthinking), etc. también se pueden aprender estilos mentales más saludables. La clave es la prevención en la cual se articulan sobre una base conceptual positiva otros cambios vitales como la alimentación, el ejercicio, el control del estrés, etc. y ese conjunto actuar sobre los más diversos sectores de la economía no solo mental sino completa, mejorando nuestra calidad de vida.

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