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viernes, enero 10, 2025

El Gobierno advierte por crisis en Venezuela y Javier Milei se postula como aliado de Estados Unidos en la región

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El gobierno argentino prevé que el régimen de Nicolás Maduro podría tener un final violento en las próximas horas, y se puso al frente de la presión regional para tratar de que se produzca la salida del chavismo del poder.

Fue particularmente elocuente la comparación que hizo el jefe de gabinete, Guillermo Francos, quien comparó la situación actual de Venezuela con la que se vivió en Rumania a fines de 1989. Aquella manifestación en contra del dictador comunista Nicolae Ceacescu terminó con la rebelión de las fuerzas armadas, que le quitaron su apoyo al régimen, lo detuvieron y lo fusilaron tras un juicio sumarísimo.

Francos hacía semejante comparación justo después de que se conociera la noticia sobre la detención de Corina Machado, la líder opositora venezolana, que reapareció tras meses de clandestinidad en una manifestación en la localidad de Chacao.

El funcionario estaba en plaza de Mayo, donde se habían convocado miles de inmigrantes venezolanos, junto a argentinos que apoyan la causa de la oposición.

Al mismo tiempo, la Cancillería emitía un comunicado de repudio en duros términos, en el que, además, convocaba a los gobiernos de la región a facilitar la asunción de Edmundo González Urrutia como presidente.

Pero el comunicado no se limitó a los tradicionales reclamos sobre el respeto a las formas democráticas, sino que utilizó la retórica «libertaria» que ha llevado a Milei a ubicarse entre los principales referentes de la nueva derecha global.

«El Presidente Javier Milei convoca a los demás gobiernos de la región a repudiar el ataque contra Corina Machado y a exigir el fin del régimen socialista, que ha dejado a millones de venezolanos en la pobreza, exiliados o dependientes de las dádivas de la dictadura, creando un verdadero infierno sobre la tierra», dice en su principal párrafo.

Desde ya, nadie en la Cancillería tiene la expectativa de que una redacción de ese tenor pueda contar con la adhesión de gobiernos de simpatía izquierdista, como el del brasileño Lula Da Silva, el del colombiano Gustavo Petro o el del chileno Gabriel Boric, por más que todos ellos hayan retirado expresamente su apoyo y reconocimiento a Maduro.

En definitiva, esta instancia decisoria en la historia venezolana ha sido, también -como ya había ocurrido durante las elecciones de julio pasado- una oportunidad que Milei no dejó pasar para posicionarse como referente latinoamericano de alineamiento con Estados Unidos y en oposición al «eje» Rusia-China-Irán.

Venezuela y la grieta argentina

Milei ha demostrado sentirse cómodo en esa postura, y lo cierto es que el propio Maduro le ha facilitado las cosas. Ya desde las elecciones, el dictador venezolano lo había llamado «fascista», al tiempo que reafirmaba que él adhería a los principios del peronismo.

Luego estuvo el episodio del asedio a la embajada argentina en Caracas, que se resolvió con la intervención de Brasil, que asumió la responsabilidad de esa misión diplomática. Luego hubo otros incidentes, el más destacado de ellos el secuestro del gendarme Nahuel Gallo, acusado por el gobierno venezolano de cumplir tareas de espionaje.

Mientras Argentina presentó una denuncia por desaparición forzada ante la Corte Penal Internacional, se difundieron imágenes del gendarme, detenido. El régimen venezolano tensó la discusión en las últimas horas al denunciar un plan ideado desde Argentina para atentar contra la vicepresidente Delcy Rodriguez -un atentado en el que supuestamente el gendarme Gallo sería parte-.

Lo cierto es que, a esta altura, se confirmó lo que ya se había insinuado muchas veces en los últimos años: que el caso venezolano, lejos de ser un tema de política exterior, es un punto importante en la «grieta que domina la política doméstica.

Así, el ex presidente Mauricio Macri -uno de los primeros, durante su mandato, en reconocer a Juan Guaidó como presidente venezolano- publicó un mensaje en las redes con apoyo a Corina Machado y el mensaje: «Venezuela será libre».

En notorio contraste, hubo silencio por parte del peronismo, en particular de Cristina Kirchner y quienes formaron parte de su gobierno, que tuvo un estrecho vínculo con el chavismo, tanto en la época del fallecido comandante Hugo Chávez como con Maduro, a quien en 2013 condecoró con la Orden del Libertador San Martín.

Aquella condecoración ya había creado polémica en ese momento -Maduro en su discurso de agradecimiento se declaró «peronista»- y finalmente, en 2017, Macri retiró por decreto esa distinción, alegando que la conducta de Maduro era contraria a «los valores sanmartinianos de respeto a la libertad y a los pueblos de América latina». Eran los días en que morían cientos de personas en las calles de Caracas, en medio de la violenta represión a las protestas civiles por la democracia. También, en esos días, miles de venezolanos buscaban refugio en Argentina, en una corriente que, según las últimas estadísticas oficiales, llegó a superar los 160.000 inmigrantes provenientes de ese país.

Lo cierto es que Venezuela se transformó en un motivo de división interna en el peronismo, algo que ya se evidenció en el inicio de la gestión de Alberto Fernández y que se extiende hasta hoy. En 2020 Alberto apoyó la firma de un documento presentado en la ONU por Michele Bachelet en el que se denunciaban las violaciones a derechos humanos en Venezuela, algo que generó protestas en el kirchnerismo.

Esa postura había significado una fisura del Frente de Todos, que tuvo momentos especialmente ruidosos, como el de la renuncia de la entonces embajadora Alicia Castro, un gesto que el ámbito político interpretó que estaba avalado por la propia Cristina. Organizaciones cercanas al kirchnerismo, como la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, llegaron a pedirle disculpas a Nicolás Maduro por ese viraje en la postura diplomática de Alberto.

Javier Milei asume el protagonismo regional y se plantea como aliado de Estados Unidos

El «timing» de la crisis venezolana es muy particular, porque ocurre a pocos días de que Donald Trump asuma la presidencia estadounidense. Milei fue invitado a formar parte de ese acto, en lo que se interpreta como todo un reconocimiento por parte del trumpismo, que no sólo ve en Milei un político de buena sintonía personal con el nuevo mandatario, sino que considera a Argentina como un nuevo líder natural en la región.

Con izquierdistas manejando los gobiernos de grandes países como Brasil, México y Colombia, la presencia de Argentina, con un gobierno tan explícitamente alineado con Washington, ha reconfigurado el mapa diplomático de la región, al punto de que Milei ya manifestó su aspiración de avanzar en un tratado comercial bilateral por fuera del Mercosur.

La condena de Milei al régimen chavista resulta, en consecuencia, no solamente una crítica a Maduro, sin también por extensión a todos los gobiernos que adoptan políticas estatistas, algo que el propio Milei se preocupó de dejar en claro durante su participación en la reunión del G-20. En Río de Janeiro, tuvo un frío y distante saludo con Lula da Silva, y luego estuvo ausente en la famosa foto de familia con todos los presidentes. Pero, sobre todo, mostró todo el tiempo una disidencia con la agenda de Lula para la reunión.

Había amenazado con no firmar la declaración final, que hacía referencia a la responsabilidad de los gobiernos en la lucha contra el hambre, pero finalmente retrocedió, con la condición de poder dejar por escrito algunos puntos de discrepancia. Puntos a los que aludió explícitamente en su discurso, cuando habló en contra de la presión fiscal, del intervencionismo estatal y del propio concepto de justicia social.

Días antes, en la propia sede de las naciones unidas, había reiterado su rechazo a la agenda 2030 y la nueva agenda ecologista. Y se presume que volverá sobre esos tópicos cuando, a fines de mes, haga su segunda presencia en el célebre Foro de Davos.

En ese contexto de realineamiento internacional, el apoyo de Milei al cambio de régimen en Venezuela es mucho más que la adhesión a un pedido de reconocimiento a un resultado electoral: es la asunción de un nuevo protagonismo regional. Milei no se contenta con que Venezuela tenga un gobierno democrático, sino que se postula como garante de que no vuelva el socialismo. Todo un contraste con sus colegas de otros países que cuentan en su haber varias fotos amistosas junto al Maduro, y que ahora se ven en la posición incómoda de repudiar al régimen sin verse salpicados por las denuncias en su contra.

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