Una serie fantasma, de esas que aparecen camufladas en el menú agotador de ficción del streaming. Por cuestiones de visibilidad del algoritmo, The Gordita Chronicles (O Las crónicas de Gordita) no es fácil de encontrar (Flow), pero una vez que aparece ante la vista de uno, encanta. Un plato nostálgico, con la hipnótica década del ’80 de fondo.
Con título fácilmente cancelable, provocador (o no, según como se mire), el adjetivo «gordita» tiene función de «gancho» y no de ofensa. Habrá que explicar entonces que esa palabra «inadecuada» para estos tiempos de corrección o literalidad se entiende desde el contexto temporal y físico: en su país, República Dominicana, en los ’80, a la protagonista su clan la llama cariñosamente «Gordita». El término no tiene equivalencia amorosa cuando abandona sus pagos y se muda a los Estados Unidos.
Lo que podría ser un drama de la incomprensión, el prejuicio o el desarraigo es una divertida historia sobre una niña dominicana que evoca con una voz en off cómo fue salir de su tierra hacia una nación idealizada en las películas. La inmigración bajo la lupa del humor.
La cámara sigue a Cucu Castelli (Olivia Goncalves), de 12 años, y a su familia mientras se adaptan a sus nuevas vidas en el Miami de 1985. Después de mudarse desde la República Dominicana, lucharán por encajar, por desarmar preconceptos y por ser felices lejos del Caribe.
Comedia de situación fresca, familiar, cálida, tierna, de ratos naif, empática, está teñida por los estereotipos de la época, el spanglish, la cultura pop y el espíritu latino. Todo ese combo construye una narración que sin ser elevada, se digiere con gusto.
Un recorrido por la trama
En diez capítulos de 30 minutos paseamos por el final de la inocencia en todos los sentidos: por un lado en ese tramo de vida de una niña que está entrando en la pubertad y, por otro, el descubrimiento de esa familia que creía que el paraíso estaba en el país gobernado por Ronald Reagan.
Con las valijas a cuestas y después de despedir a una parentela infinita, los Castelli llegan a la tierra prometida, pero pasan de la ilusión a la decepción en segundos. Víctor, el padre (Juan Javier Cárdenas) no tiene en cuenta que su salario debe incluir retenciones impositivas estadounidenses (algo distinto por entonces en Santo Domingo), por lo que en lugar de la casa de sus sueños, con piscina incluida, se ve obligado a instalar al clan en un complejo de departamentos latino para la clase trabajadora de Hialeah.
Esa alegre familia nos abre las puertas de esa era sin celulares ni mails en la que la distancia de un país a otro se acrecienta. Para colmo, de movida sufren la discriminación. Los confunden con «narcotraficantes» o les prohíben hablar en español. Lejos de apichonarse, le pondrán el pecho al asunto con la mejor sonrisa.
La madre (Diana María Riva) es una ama de casa bulliciosa que intenta adaptarse al estilo de vida de Miami, mientras el padre lucha por consolidar su carrera como creativo publicitario y experto en marketing. Los episodios alternan entre los problemas de Gordita, su amistad con un refugiado cubano, Yoshy, (Noah Rico) y las preocupaciones de sus padres o de su hermana mayor Emilia (Savannah Nicole Ruiz).
Espejo nostálgico para cualquier familia que probó suerte en los Estados Unidos cuatro décadas atrás, cada final de capítulo tiene su subrayada moraleja, recurso que puede molestar, pero se entiende desde el género y su dinámica.
Detrás de este hallazgo hay cabezas latinoamericanas, de allí que cualquiera que integre esa comunidad sienta identificación inmediata, un aura de legitimidad. La creadora es la escritora Claudia Forestieri, de raíces dominicanas, que se inspiró en la historia de su familia tras el sueño americano y recibió el apoyo de las productoras ejecutivas Eva Longoria y Zoe Saldaña.
«No queríamos la típica historia de los latinos sufridos que llegan sin nada. Esa ya la conocemos y es importante seguir contándola, pero es hora de mostrar otros aspectos de nuestra comunidad, que rompan con la narrativa que se ha creado», explicó Longoria.
Sin victimización, Forastieri logra un tono divertido y acierta en el recurso de mostrar cómo la combinación de dos culturas da paso a una tercera, esa alegre mezcla de dos mundos. Los personajes se dirimen entre la búsqueda de la validación externa y la no traición a idiosincrasia nacional.
La construcción de ese nuevo sentimiento hacia otra nación y el orgullo por la patria de nacimiento va fluyendo en una trama que entretiene. ¿Producto pochoclero? Es posible, pero lo destacable es que la serie nunca pretende ser otra cosa.
The Gordita… que Los Angeles Times catalogó a mediados de 2022 «la sitcom del verano», pero que a pesar del buen recibimiento no tendrá segunda temporada, se suma al potente catálogo de series sobre infancias en los ochenta (This is Us, Prime Video), The Wonder Years (Disney), Stranger Things (Netflix).
La adorable protagonista, una revelación de la pantalla, hace pensar que el apellido Goncalves será familiar en unos años en Hollywood. La pequeña Olivia tiene una seguridad y un ángel digno de una futura estrella.